martes, 11 de noviembre de 2014

JUEGOS Y PANTALLAS

El Juego ocupa un lugar importante en la vida de los hombres. Desde los juegos donde se participa entre personas hasta los solitarios. Hoy en día muchos niños se aíslan de sus pares y se entretienen con juegos mal llamados interactivos, donde el niño no interactúa con otro niño, sino que lo hace con una pantalla.  Lo mismo ocurre con los adultos.

A continuación usted podrá leer en forma de cuento las coincidencias entre un juego infantil y un juego de adultos. 



FACEBOOK : 
UN JUEGO DE FIGURITAS PARA ADULTOS.

¡Uy, uy, uy!. Que hay temas difíciles de afrontar y sobre todo cuando la pluma se desliza en el papel sin detenerse, gastando la tinta intelectual de su autor. Entonces, en esas condiciones es un gran problema  redactar…
Porqué los formatos y las medidas son propias de los redactores, pero los sentimientos son tan personales que a veces (o siempre), no tienen límites cuando uno los desea explayar. Y la pregunta es: ¿Los sentimientos tienen verbalización?¿Se puede escribir con palabras lo que se siente?. Y si es así ¿El que lee las palabras, siente lo mismo que el que las escribió? O, simplemente interpreta otro complejo sistema de sensaciones donde para cada lector existirá una propia interpretación y ¿Si son muchos lectores habrá múltiples interpretaciones del mismo texto?. Que complejo que es todo esto. De ahí el ¡Uy, uy, uy!!!

Algo me trajo a la mente (¿no se por que? Tal vez al final alguien lo descubra) aquellas pasiones infantiles que se materializaban con abrir un sobre y esperar con angustia, esos segundos que transcurrían en el tiempo que llevaba cortar con cuidado el extremo superior de un paquete de figuritas. En primer lugar –digo- cortar con cuidado porque ya de experiencias pasadas, alguna vez, le cortamos la cabeza a algún jugador de fútbol. Generalmente un jugador desconocido, porque había muchos paquetes que tenían a ese jugador y desde muy chicos aprendimos la palabra “repetida”. Si esa maldita palabra que frustraba nuestra angustia inicial con algo que derrumbaba una expectativa o un sueño esperado. Repetida, repetida, repetida y otra vez repetida. A veces creo que un adicto al juego se inició de muy chico comprando paquetes y paquetes esperando que salga una figurita no repetida y de grande se desquita esperando que alguna vez salga el número en la quiniela y cuando sale, si es que alguna vez sale, simplemente nos devuelven una pequeña parte de todo aquello que invertimos en el pozo de la lotería. Pero en el fondo nunca ganamos.



Recuerdo que no solo daba angustia abrir el propio paquete. Sino que también nos daba angustia ver a un amigo o a un desconocido comprar y abrir el paquete en la puerta del kiosko. ¿Saben por que? Imaginen por un instante que ese “suertudo” sacara una figurita que nosotros no tuviésemos, sería lo peor que nos podría ocurrir a los seis años. ¿Y saben que es lo peor que nos podría pasar a los siete? Aja, aja, esta hay que pensarla, porque ya pasaron muchos años y la evolución de las angustias ni los psicólogos las conocen. Ellos diagnostican pero no tienen la más mínima idea de la valoración que le daban los chicos a sus cosas y que grado tiene en cada niño ese proceso. Pero no me quiero desviar del tema. Ya hablaré de los psicólogos en su momento. A los siete, ya estábamos un poco más avivados. Éramos capaces de ganarle a uno de seis, que no era poco, porque los de ocho nos desplumaban cuando teníamos que acercarnos a la pared del colegio y siempre arrimaban su figurita mejor que nosotros. Esas paredes del colegio eran nuestros estadios inmortales e inolvidables que contemplaron nuestro crecer, ya con el tiempo esos muros tuvieron otras utilidades que no viene al tema aclarar ahora. Cuando niños ya nos sabíamos mover con mayor libertad, comprábamos nosotros mismos las figuritas y si teníamos audacia le solicitábamos al kiosquero la caja para elegir el sobre, todo solitos, ¡no era fantástico!. ¡No era esto una verdadera evolución la de elegir libremente! ¿Y que pasaba luego?, ya lo saben. ¡Repetida!, otra vez. Jajaja. El kioskero nos consolaba diciéndonos que estaban todas en la caja, (ja ja) después de todo era su negocio. Él era una especie de traficante, esperando a sus adictas victimas se acerquen a comprar.



Por aquel entonces manejar la plata era otro desafío. Desafío porque nos decían: "Hacé los mandados y con lo que te sobra te comprás el paquete de figuritas". Obvio que nos daban casi lo justo. Eran tiempos que no había inflación y los viejos sabían los precios de todas las cosas. En las apuestas, perdón quise decir juegos de figuritas siempre había alguien que ganaba y alguien que perdía. Recuerdan esos juegos: "la tapa, el chupi, y la medida" eran los más conocidos entre otros. También había capitalistas que el botín de figuritas no les cabía en las manos pero ese era otro tema. El álbum era otro tipo de apasionamiento. Allí se pegaban las caras de cada uno de los futbolistas y sin duda que completar los once jugadores del equipo favorito era la meta más buscada para los fanáticos. Pero era difícil, siempre fue difícil, no se porque uno primero llenaba los planteles de esos clubes más chicos con jugadores desconocidos, que para no desprestigiar a ninguno no voy a dar nombres. Y la figurita más repetida era la de “Eber Ludueña” que salía repetida tantas veces que Eber Ludueña se hizo más famoso por las figuritas que por el fútbol. Uy, lo mencioné. No importa, él le debe estar agradecido a los editores de álbumes, ellos le dieron más prestigio que los directores técnicos y los chicos lo conocieron más que su familia y que la hinchada (aclaro que Eber Ludueña no existe, es solo citado con el fin de ejemplificar).



Que mundo maravilloso que era la infancia, con que poco éramos felices y con que pocas cosas debatíamos horas o sufríamos la pérdida de nuestro capital en figuritas. Podíamos ser pobres o ricos en cuestión de horas, pero también estaban los que entraban en bancarrota y podían llegar a perder todo en un instante. A esta altura del relato no se si éramos: apasionados, jugadores, o estúpidos. No, pido perdón estúpidos, no. Nadie es estúpido a los siete años (estúpidos son los adultos, claro está). En todo caso éramos producto de los juegos que los adultos o poderosos nos imponían. Tal vez con esos juegos nos preparaban para el futuro, quizás, digo, tan solo por decir algo.
Algo de didáctico habrán tenido esos juegos. Y quiero remarcar: Éramos apasionados y jugadores pero estúpidos no. A lo sumo éramos víctimas de algún manipulador que ensayaba con los más chicos e indefensos de la escala social. Desde el consumismo hasta las pasiones. Desde la adicción al juego hasta el divertimento. Desde la angustia hasta la esperanza. Éramos ingenuos y todo lo que estaba a nuestro alrededor era sano, o por lo menos creíamos que era así. Donde había un paquete de figuritas, una muñeca o una pelota no había psicólogos ¿no es curioso?.
Pero la adquisición de las figuritas no se quedaba tan solo en eso. Había otro premio y era más importante, era llenar el álbum y luego recibir la muñeca o la pelota número cinco de cuero. Creo que a esa edad era como recibir la lotería. A propósito las figuritas de nenas eran distintas: tenían formas irregulares, brillitos pegados y los álbumes generalmente eran color rosa. Sin duda que los editores no generaron en la nenas la misma pasión que en los varones. A decir verdad, a las nenas, las figuritas se las compraban las mamás porque le gustaban a ellas, también a las tías y a las abuelas. Por eso cuando esa generación fue madre se encontró con la posibilidad de gastar como en su infancia. ¿Qué mujer no aprendió rápido esto? Es congénito al género femenino.



Todos aprendimos desde temprana edad la labor de juntar figurita a figurita, tal como en el colegio nos hacían llenar la cuenta de la Caja Nacional de Ahorro Postal (nos decían “el ahorro es la base de la fortuna”) pero la estampilla era aburrida, la primera te la vendía la maestra y después la tenías que ir a comprar al correo. No te daban ni pelota, ni muñeca y la guita solo la podía sacar tu mamá o  vos cuando cumplieras los dieciocho años.

Bueno volviendo a las figuritas al final ese proceso de pegar, jugar o coleccionar tenía algún premio y aquí aparece esa palabra que se me escapó hace unos cuantos renglones y es la estupidez. No lo digo por los chicos, lo digo por los adultos. Nadie nos avisó que en todos los álbumes de todos los tiempos, tanto de nenas como de varones aparecía la famosa “figurita difícil”.
¿Quién no invirtió fortunas o se sintió defraudado cuando después de tanto esfuerzo, tanto ahorro, tanta dedicación, se quedaba sin completar el álbum?

¿Por qué los adultos no nos avisaron que había figuritas difíciles? ¿Cuántas actitudes de adultos hubiéramos cambiado si de chicos nos hubieran advertido algunas cosas?

Nos enseñaron a buscar durante, horas, días, semanas lo que no existe. El tema era mantenernos entretenidos buscando. Y nuestra angustia se transformó en adicción. Buscar, solo buscar. Una figurita, una novia, una fortuna, un momento, un lugar. El adicto no siente placer cuando encuentra, sino cuando busca.



Estoy afirmando que la educación de la familia es más importante que la formación escolar. Muchas actitudes que los padres enseñan se apropian para toda la vida. Y ahora lo más duro: Si no queremos adultos estúpidos, prestemos atención en como se forman nuestros niños y si los mecanismos de "consumismo" nos ganan la apuesta, habremos perdido el futuro de aquel niño. Cualquiera que maneja las técnicas de la comunicación sabe que adoctrinar es una enseñanza que se asienta con el tiempo y que cuanto más joven es el destinatario, más endeble es su capacidad crítica. Sin duda que todas las adicciones comienzan en la adolescencia y la niñez y los poderosos lo tienen bien claro. Por ejemplo, nadie lograría hacer que un adulto de cuarenta años se vuelva adicto al cigarrillo pero sería muy fácil con un adolescente o un niño.

Vuelvo a los psicólogos que cada vez tienen más trabajo curiosamente con los niños y las niñas. ¿Qué le pasó a esa generación que alguna vez fue la privilegiada? ¿No es agradable querer ser siempre niño al mejor estilo Peter Pan?

¿Será por eso que los padres son los culpables de todos los traumas de sus hijos?

¿Y si no hubiera padres los psicólogos a quien atenderían? ¿A quién le echarían la culpa de todo?



 Uy, uy, uy cuantas preguntas sin respuestas. Pensar que todo comenzó con un niñito afectado por la adicción a coleccionar figuritas. Afectado en ese momento en particular y seguramente en el futuro, por su enseñanza constante y permanente al consumo, al juego, y a la moda. Mucho más que la escuela y la familia, la publicidad ejerce un poder superior en las personas. No solo que logra imponer sus productos, sino que además logra algo más importante que se llama masificación y eso es simplemente; borrar todo espíritu crítico en las personas.

El principio es simple: “Si todos son así, no seas vos el distinto”. Volviendo al tema: “Si todos compran figuritas, no seas un bicho raro, ¡comprá vos también!”. Los chicos son más débiles para cuestionar y sobre todo, si no son como los demás chicos se sienten mal. Tal es el poder de la publicidad que genera adición para el consumo. Y como los chicos buscan permanentemente la igualdad. Sin darse cuenta, por un lado se igualan con sus compañeritos y por otro lado se discriminan entre sí, simplemente por ser distintos naturalmente, pero es la realidad.
No todos son iguales, y la realidad forma parte de la evolución de los chicos. De ahí las consecuencias de los juegos virtuales. Solo serían útiles una vez que hubieran entendido lo real.

Atención padres, regalar juegos virtuales no es una buena solución. Estar conectado no es lo mismo que estar comunicado ¿Se entiende? Que paradoja. Uy, uy, uy es hora que empecemos a aclarar el panorama. Porqué nada de esto sería un problema si no tuvieran al participe necesario para lograr el adoctrinamiento y ¿Quién es ese participe?



Los participes necesarios son sin duda los padres. Vieron por que, para los discípulos de Freud, es imperioso encontrar a los grandes responsables de la historia de la humanidad. Los padres que se pueden clasificar en distintos grupos: Los que están ausentes y promueven una generación de huérfanos con padres vivos; Los sobre protectores que cuidan a sus hijos como un tesoro. Los que aíslan a sus hijos y no los dejan ni jugar a las figuritas, entonces los encierran sin darse cuenta que el wifi los conecta con otro mundo muy distinto e incontrolable. En fin hay muchos tipos y características de padres, sobre todo para deleite de los psicólogos.

En el fondo viene el momento de reafirmar algo que la pluma se empeñó en recorrer por los caminos de la asociación y la imaginación. Ningún chico es estúpido por poseer un álbum de figuritas, a lo sumo es un ingenuo, o peor, un engañado. Estúpido es el adulto que colaboró con el engaño y la posterior desilusión del niño. Y si se lo piensa mejor más estúpido es permitir que una mente ingenua sea capturada por el consumismo y el adoctrinamiento en la escuela diaria de la adicción que llega como en un delivery a la propia casa de uno. 

No es negar la tecnología, es enseñar a respetarla.

Por desgracia esto no termina acá.

Esto recién empieza…

Y pasaron los años… Y las actitudes nos acompañan toda la vida. Como diría la frase “Genio y figura hasta la sepultura”.  Y los chicos se convirtieron en padres y la historia continua.

Sin embargo los tiempos cambiaron. Antes, cuando éramos chicos veíamos a los de “nuestra” edad como “viejos”. Y la adolescencia era más corta. Uno pasaba de la niñez a la madurez en un breve período. Solo alcanza con buscar un “viejo” diccionario y dirá: “Adolescencia: Etapa de la juventud entre los catorce y dieciocho años”. Hoy la adolescencia se extendió en el tiempo y en algunos casos llega hasta los cuarenta. Será este el síndrome de Peter Pan. Los psicólogos siguen acumulando trabajo y con esto encuentran hijos más adultos que los padres. Habrá que ver que dicen los diccionarios dentro de cuarenta o cincuenta años. Ahora bien; ser adolescente para el que ya es mayor, no es ningún piropo ya que la palabra proviene de adolecer y de adolecer criterios, razonamientos, actitudes adultas, etc. Es decir vivimos en una sociedad adolescente que en su mayoría adolece de responsabilidades y valores.
Sigo pensando en la publicidad, la manipulación, el adoctrinamiento y todas las teorías de comunicación que apuntan al convencimiento de las personas. Como dijimos antes, cuanto más adolescentes, somos más fáciles de manejar. Y todo comenzó con un simple paquete de figuritas, se acuerdan.



La pregunta será si habremos evolucionado en nuestro pensamiento décadas después de haber comprado nuestro primer paquete de figuritas o si nuestra ingenuidad con el tiempo se convirtió en estupidez.
Y el problema se plantea porqué si con padres sanos se logró masificar a sus hijos, que pasará con los hijos de los masificados…

A esta altura del relato conviene aclarar que no estamos ante el "apocalipsis" y que un importante resguardo es tener un pensamiento crítico sobre todos los mensajes que nos bombardean diariamente. 

Reitero, la crítica nos va a hacer pensar, y cuantas más dudas nos planteemos, más capacidad tendremos para ser libres de pensamiento.

 Lo peor que nos puede pasar es que seamos obsecuentes, obedientes, mansos, dóciles y manejables.



 El tema es el siguiente: Si somos tan sumisos ¿Cómo nos damos cuenta que nos están manipulando? Y la respuesta es muy simple. No hay manera de darnos cuenta, y lo peor es que si alguien nos quiere ayudar, tratando de abrirnos los ojos, lo más probable es que nos enfademos con él. Acá ni los psicólogos te pueden ayudar.

Se imaginan si hubiera un profesional que avivara estúpidos, que bueno que sería. En esto ni los políticos se salvan. Recuerdo aquel General tan querido por el pueblo argentino, que cuando lo recordamos escribimos General con mayúscula. Y ya en sus tercera presidencia, ya de viejo, alguien intentó darle un cargo a un compañero que de joven era algo más que un estúpido, podríamos decir “un estúpido importante” y aprovechando la vejez del líder quisieron hacerle firmar de prepo un decreto, pero el viejo caudillo en esos momentos de lucidez se acordó y rechazó la propuesta con una frase simple “ese era un estúpido” a lo que el asesor le dijo “eso fue hace años, ahora está mejor”. Con palabras sabías el viejo le cerró el dialogo diciendo “mire mijo a lo largo de mi larga vida he visto a muchos notables, capaces e inteligentes volverse estúpidos, pero sinceramente nunca he visto un estúpido avivarse”.



La estupidez va de la mano del poder. Que mejor para un gobierno tener un pueblo estúpido. Esta situación la tenía perfectamente clara Joseph Goebbels que logró que un pueblo se fanatizara con un líder demoníaco. El ministro de propaganda nazi fue sin duda el padre de la manipulación y la masificación. No por ello es extraño que ingresar a los Estados Unidos con bibliografía nazi implica la cárcel o la devolución al país de origen, pero las técnicas de la publicidad expansionista  norteamericana son copias exactas de las enseñanzas de Goebbels. O sea que el alemán la tenía más que clara. Pero Goebbels era un teórico, un hombre culto, un maestro. Él tenía varios títulos universitarios e infinidad de investigadores posteriores lo citaron de distintas formas. Porque en la investigación universitaria en ciencias sociales es un infaltable en cientos de miles investigaciones y tesis. De modo tal que si se desea investigar la estupidez allí hay suficiente material. Más romántico, por no decir literario fue George Orwell que desde la ficción descolló con dos obras interesantes como “Rebelión en la Granja” y “1984”, ambas terriblemente aburridas, pero sobre todo la última de una actualidad casi a nuestra época, donde su personaje “El Gran Hermano” nos observa en cada segundo de nuestro día, toda nuestra vida. Obviamente como es de ficción no tuvo ni el uno por ciento de citas en el mundo académico. Pero explicaría perfectamente bien la estupidez de un mundo adolescente, manipulado, masificado y auto masificado.



Los adultos también juegan a las figuritas, sobre todo los adultos actuales.

Una especie que nació a partir de la segunda mitad del siglo veinte que antropológicamente tiene muy poco que ver con los adultos en toda la historia del hombre. El adulto actual es un niño con algo más de experiencia. Tal vez una forma residual del fin de una época y comienzo de otra. Por primera vez en la historia de la humanidad la generación posterior (sus hijos y nietos) poseen tanta o más información que la generación anterior. En la historia nunca había pasado algo igual y sin duda es difícil vivir un tiempo de transición.

Tal vez coleccionar figuritas u otras cosas es una actitud humana irrefrenable. Cuando Tirso de Molina en el Siglo XVII escribió “El burlador de Sevilla” jamás pensó que su obra dos siglos después despertaría el interés Wolfang Amadeus Mozart que le puso música, canto, actores y escenografía  en la ópera “Don Giovanni”. La historia de un coleccionista de mujeres que las agrupaba por docenas y si se excedía entonces debía completar la siguiente docena y así llegó a sobrepasar las mil doscientas mujeres.  



Primero fue la televisión, luego llegó el zapping y con él, las productoras de programas que lograron no solo más información sino también más entretenimiento. Y por ende ocupar la mayor parte del tiempo libre de las personas y sin dudas volverlos adictos a todas las formas mediáticas. La gente no preguntaba ¿Qué canales hay? Sino ¿Cuántos canales hay? Como si pudiera ver todos a la vez. Pero el tema es la colección, como si fuera un álbum de figuritas. Tener mayor cantidad de canales es como ser el protagonista de Don Giovanni. Si esa cantidad no alcanza, hay que salir a buscar otra docena, en forma enfermiza, y después otra, y nunca vamos a estar conformes. Porque no nos conforma el programa, nos conforma el poder de cambiar tanta veces de canal.

Pero a este hombre actual le tocó vivir un momento doblemente milenario, como si fuera otra era. Un hombre apasionado por los números y no por las letras. Como si el comienzo del tercer milenio lo marcaría en forma particular.  El hombre es un ser en permanente evolución y por que no involución.

Tal vez el hombre se va acomodando a su época con virtudes y defectos que él mismo creó. La computadora marcó en la historia del hombre un mojón de cambios. Cuanto más nos alejamos de ese momento más nos cuesta entender como era el mundo sin ese querido elemento. A ese hombre lo mal llamamos inmigrante tecnológico, para diferenciarlo del que nació después de ese invento, también mal llamado nativo tecnológico. El uso de la computadora con todas sus modificaciones: tablet, notebook, netbook, android, o simplemente la pantalla del celular, etc es tan solo el uso de una herramienta con características multimediales que posee la cualidad de almacenar todo tipo de información en diferentes formatos y permite el intercambio de archivos y funciona además como sistema de información y comunicación. Ocupa el tiempo libre de la gente y como todas las otras herramientas mencionadas también es adictiva. 



En la Argentina proliferó en forma exponencial el Facebook mucho más que en otros países y tal vez tenga una explicación en el ombliguismo criollo. Querer ser el centro del mundo es un estadio personal de sus habitantes y la página de Facebook es como si cada uno tuviera un multimedio propio para que otros pudieran seguirlo y admirarlo. Pero esto no es tan grave. En la medida que otro compartiera y devolviera información estaríamos ante un episodio habitual de comunicación y también de amistad propia de los "argentinos". La amistad a la que se rinde culto en la Argentina es un compartir solidario y netamente humano donde el encuentro es la virtud para el asado o el mate.

Chusmear es un atributo que reconforta a un par de individuos en una simple reunión informal. Pero el Facebook es mucho menos que esto, porque no necesita de ningún contacto humano y lo peor es que hay quienes sus únicas relaciones con el mundo son netamente virtuales. Y la frase del momento es: "Un abrazo vale más que mil chat". Estos no son los únicos problemas que presenta una red social y detallar otras características nos desconcentraría del  tema inicial.



Una actitud muy común de los usuarios (no todos) del Facebook Nacional y Popular es el ser seguidores de alguien (páginas anónimas o con nombres apócrifos). Ser seguidor implica la acción de bajar, cortar, y pegar en forma automatizada cualquier acción que el admirado incorpore a su página. Esta acción se realiza sin pensar, ni chequear la información y los seguidores no escriben ni un monosílabo, simplemente copian y pegan en forma ciega y acrítica. A veces reproduciendo barbaridades de origen (Fake News) y por supuesto incuestionables ante otro internauta que eventualmente cuestiona. En estos casos no hay comunicación, por que comunicación es intercambio y esta gente no busca ni debate, ni dialogo, ni si quiera busca llegar a la verdad. Simplemente se conforma con alegrar su espíritu. Emocionalmente se comporta como un fanático cuando su equipo convierte un gol. Sobre esto saben mucho los "trolls" que alimentan el ego de sus adoctrinados.



 El proceso es netamente informativo y no acepta sugerencias (no hay intercambio). Es más, difícilmente el adoctrinado escriba sobre otros temas (es autómata y mono temático).  A veces los mensajes compartidos son tan irracionales que el obediente internauta no llega a evaluarlos pero defenderá con uñas y dientes aún sin comprender. La obsecuencia es así.
Ese mismo individuo en otro momento, tal vez dentro de algunos años, pueda reconocer su sumisión, o tal vez nunca. Los adoctrinadores buscan la eternidad de un modelo que inició Goebbels y se continúa por los tiempos de los tiempos. Ese adicto tecnológico incapaz de pensar y feliz de poseer el contacto de sus ídolos busca su aprobación y cuantos más "like" tiene se siente más comprometido al modelo. Y sin duda que la intolerancia le hará rechazar a quien no piense igual.

Cree que el Facebook es un álbum de figuritas donde el valor es el "meme" reproducido y no el intercambio o el dialogo con otros.

 Así como los chicos, el adulto coleccionará seguidores y memes en las redes sociales, creyendo que es una forma de llenar “el álbum”. Lo peor es que no hay ni pelota, ni muñeca, en realidad no hay premio. Nadie sabe cual es la figurita difícil. Pero la seguirá buscando.





 Cuando otro adulto pretenda ayudarlo, no reconocerá la ayuda y se retobará, será  un seguidor pasivo o se borrará de la lista de contactos. Como si limitarse a hacer un comentario le podría crear la expulsión. A veces alguien logra llamarle la atención y durante fracciones de segundo empezará a entender, pero es capaz de tirar por la borda años de amistad simplemente por que otro no piensa igual. La falta de actitud crítica la reemplaza por la obediencia ciega y cuestionará en forma irracional solo aquello que algún admirado haya cuestionado antes, carecerá de pensamientos propios y sus respuestas serán repetitivas a las de sus líderes.

Creo que ya habrán descubierto a quien le pertenece el álbum de la estupidez. Lástima no haberlo sabido antes cuando éramos chicos, generar el espíritu crítico, para que cuando fuéramos mayores pudiéramos tener más herramientas para defendernos y no caer en adoctrinamientos terribles. Por las dudas y para evitar confundir: No es estúpido el que simpatiza, cree o vota a un partido político, religión o institución. Estúpido es aquel que se ciega y se cierra al dialogo y no es capaz de dejar de ser un seguidor fanatizado pasivo e incuestionado.



El Facebook lejos de ser una herramienta de comunicación pasó a ser una herramienta de tortura que somete a gente de cualquier sexo, raza o clase social. Y si en una de esas el adoctrinado empezó a sospechar que fue masificado, siente que en su muro y biografía escribió tantas cosas que no se animará a corregirlas por que se da cuenta que llegó demasiado lejos y en su conciencias le surge un pensamiento “no debí haber comenzado” para luego continuar “y ahora que hago”, “que van a decir los otros”. Todo este razonamiento simplemente ocurre porque está escrito y no tiene personalidad para aceptar que está equivocado. Si reconoce que no debió haber comenzado será una frustración personal ante los demás.
Entonces, como los adultos que facilitaban la plata a los niños para comprar figuritas o como los propios chicos cuando se dieron cuenta que en el álbum existen figuritas difíciles, en vez de abandonar, siguen comprando (¿vaya a saber por qué?) y luego repetirán el mismo error por generaciones. Simplemente por esto es un cuento nacional y popular.


El Facebook es hoy aquel álbum de figuritas que cuando niños nos contuvo y nos dio sociabilidad con nuestros compañeros. Nos alegramos, lloramos, nos entristece, nos desilusiona, nos confronta, nos amiga o nos hace pelear con los otros. En esta adolescencia eterna tendríamos que aprender que debemos madurar y jugar con otras técnicas. Todavía hay adultos que confunden “estar conectado con estar comunicado” y que así como los chicos existían si tenían álbum de figuritas muchos adultos creen que existen solo si tienen Facebook.


Que infeliz será el día que festejemos nuestro cumpleaños solos y en nuestras pantallas de celular, msn, skype, Facebook, Instagram, Twitter, whatsapp haya miles de deseos de felicidad.

Pablo Demkow