El Juego ocupa un lugar importante en la vida de los hombres. Desde los juegos donde se participa entre personas hasta los solitarios. Hoy en día muchos niños se aíslan de sus pares y se entretienen con juegos mal llamados interactivos, donde el niño no interactúa con otro niño, sino que lo hace con una pantalla. Lo mismo ocurre con los adultos.
A continuación usted podrá leer en forma de cuento las coincidencias entre un juego infantil y un juego de adultos.
FACEBOOK :
UN JUEGO DE FIGURITAS PARA ADULTOS.
¡Uy, uy, uy!. Que hay temas difíciles de afrontar y sobre todo cuando la
pluma se desliza en el papel sin detenerse, gastando la tinta intelectual de su
autor. Entonces, en esas condiciones es un gran problema redactar…
Porqué los formatos y las medidas son propias de los redactores, pero
los sentimientos son tan personales que a veces (o siempre), no
tienen límites cuando uno los desea explayar. Y la pregunta es: ¿Los sentimientos tienen verbalización?¿Se
puede escribir con palabras lo que se siente?. Y si es así ¿El que lee las
palabras, siente lo mismo que el que las escribió? O, simplemente interpreta
otro complejo sistema de sensaciones donde para cada lector existirá una propia interpretación y ¿Si son muchos lectores habrá múltiples interpretaciones del mismo texto?. Que
complejo que es todo esto. De ahí el ¡Uy, uy, uy!!!
Algo me trajo a la mente (¿no se por que? Tal vez al final alguien lo
descubra) aquellas pasiones infantiles que se materializaban con abrir un sobre
y esperar con angustia, esos segundos que transcurrían en el tiempo que llevaba
cortar con cuidado el extremo superior de un paquete de figuritas. En primer
lugar –digo- cortar con cuidado porque ya de experiencias pasadas, alguna vez,
le cortamos la cabeza a algún jugador de fútbol. Generalmente un jugador
desconocido, porque había muchos paquetes que tenían a ese jugador y desde muy
chicos aprendimos la palabra “repetida”. Si esa maldita palabra que frustraba
nuestra angustia inicial con algo que derrumbaba una expectativa o un sueño
esperado. Repetida, repetida, repetida y otra vez repetida. A veces creo que un
adicto al juego se inició de muy chico comprando paquetes y paquetes esperando
que salga una figurita no repetida y de grande se desquita esperando que alguna
vez salga el número en la quiniela y cuando sale, si es que alguna vez sale,
simplemente nos devuelven una pequeña parte de todo aquello que invertimos en
el pozo de la lotería. Pero en el fondo nunca ganamos.
Recuerdo que no solo daba angustia abrir el propio paquete. Sino que también
nos daba angustia ver a un amigo o a un desconocido comprar y abrir el paquete
en la puerta del kiosko. ¿Saben por que? Imaginen por un instante que ese
“suertudo” sacara una figurita que nosotros no tuviésemos, sería lo peor que nos
podría ocurrir a los seis años. ¿Y saben que es lo peor que nos podría pasar a
los siete? Aja, aja, esta hay que pensarla, porque ya pasaron muchos años y la
evolución de las angustias ni los psicólogos las conocen. Ellos diagnostican
pero no tienen la más mínima idea de la valoración que le daban los chicos a
sus cosas y que grado tiene en cada niño ese proceso. Pero no me quiero desviar
del tema. Ya hablaré de los psicólogos en su momento. A los siete, ya estábamos
un poco más avivados. Éramos capaces de ganarle a uno de seis, que no era poco,
porque los de ocho nos desplumaban cuando teníamos que acercarnos a la pared
del colegio y siempre arrimaban su figurita mejor que nosotros. Esas paredes
del colegio eran nuestros estadios inmortales e inolvidables que contemplaron
nuestro crecer, ya con el tiempo esos muros tuvieron otras utilidades que no
viene al tema aclarar ahora. Cuando niños ya nos sabíamos mover con mayor
libertad, comprábamos nosotros mismos las figuritas y si teníamos audacia le solicitábamos
al kiosquero la caja para elegir el sobre, todo solitos, ¡no era fantástico!. ¡No
era esto una verdadera evolución la de elegir libremente! ¿Y que pasaba luego?,
ya lo saben. ¡Repetida!, otra vez. Jajaja. El kioskero nos consolaba
diciéndonos que estaban todas en la caja, (ja ja) después de todo era su
negocio. Él era una especie de traficante, esperando a sus adictas victimas se acerquen a comprar.
Por
aquel entonces manejar la plata era otro desafío. Desafío porque nos decían: "Hacé los mandados y con lo que te sobra te comprás el paquete de figuritas". Obvio
que nos daban casi lo justo. Eran tiempos que no había inflación y los viejos
sabían los precios de todas las cosas. En las apuestas,
perdón quise decir juegos de figuritas siempre había alguien que ganaba y
alguien que perdía. Recuerdan esos juegos: "la
tapa, el chupi, y la medida" eran los más conocidos entre otros. También había
capitalistas que el botín de figuritas no les cabía en las manos pero ese era otro tema. El álbum era
otro tipo de apasionamiento. Allí se pegaban las caras de cada uno de los
futbolistas y sin duda que completar los once jugadores del equipo favorito era
la meta más buscada para los fanáticos. Pero era difícil, siempre fue difícil,
no se porque uno primero llenaba los planteles de esos clubes más chicos con
jugadores desconocidos, que para no desprestigiar a ninguno no voy a dar nombres.
Y la figurita más repetida era la de “Eber Ludueña” que salía repetida tantas
veces que Eber Ludueña se hizo más famoso por las figuritas que por el
fútbol. Uy, lo mencioné. No importa, él le debe estar agradecido a los
editores de álbumes, ellos le dieron más prestigio que los directores técnicos y los
chicos lo conocieron más que su familia y que la hinchada (aclaro que Eber
Ludueña no existe, es solo citado con el fin de ejemplificar).
Que mundo maravilloso que era la infancia, con que poco éramos felices y
con que pocas cosas debatíamos horas o sufríamos la pérdida de nuestro capital
en figuritas. Podíamos ser pobres o ricos en cuestión de horas, pero también
estaban los que entraban en bancarrota y podían llegar a perder todo en un
instante. A esta altura del relato no se si éramos: apasionados, jugadores, o estúpidos.
No, pido perdón estúpidos, no. Nadie es estúpido a los siete años (estúpidos
son los adultos, claro está). En todo caso éramos producto de los juegos que
los adultos o poderosos nos imponían. Tal vez con esos juegos nos preparaban
para el futuro, quizás, digo, tan solo por decir algo.
Algo de didáctico habrán tenido esos juegos. Y quiero remarcar: Éramos apasionados y jugadores pero estúpidos no. A lo sumo éramos víctimas de algún manipulador que ensayaba con los más chicos e indefensos de la escala social. Desde el consumismo hasta las pasiones. Desde la adicción al juego hasta el divertimento. Desde la angustia hasta la esperanza. Éramos ingenuos y todo lo que estaba a nuestro alrededor era sano, o por lo menos creíamos que era así. Donde había un paquete de figuritas, una muñeca o una pelota no había psicólogos ¿no es curioso?.
Pero la adquisición de las figuritas no se quedaba tan solo en eso. Había otro premio y era más importante, era llenar el álbum y luego recibir la muñeca o la pelota número cinco de cuero. Creo que a esa edad era como recibir la lotería. A propósito las figuritas de nenas eran distintas: tenían formas irregulares, brillitos pegados y los álbumes generalmente eran color rosa. Sin duda que los editores no generaron en la nenas la misma pasión que en los varones. A decir verdad, a las nenas, las figuritas se las compraban las mamás porque le gustaban a ellas, también a las tías y a las abuelas. Por eso cuando esa generación fue madre se encontró con la posibilidad de gastar como en su infancia. ¿Qué mujer no aprendió rápido esto? Es congénito al género femenino.
Algo de didáctico habrán tenido esos juegos. Y quiero remarcar: Éramos apasionados y jugadores pero estúpidos no. A lo sumo éramos víctimas de algún manipulador que ensayaba con los más chicos e indefensos de la escala social. Desde el consumismo hasta las pasiones. Desde la adicción al juego hasta el divertimento. Desde la angustia hasta la esperanza. Éramos ingenuos y todo lo que estaba a nuestro alrededor era sano, o por lo menos creíamos que era así. Donde había un paquete de figuritas, una muñeca o una pelota no había psicólogos ¿no es curioso?.
Pero la adquisición de las figuritas no se quedaba tan solo en eso. Había otro premio y era más importante, era llenar el álbum y luego recibir la muñeca o la pelota número cinco de cuero. Creo que a esa edad era como recibir la lotería. A propósito las figuritas de nenas eran distintas: tenían formas irregulares, brillitos pegados y los álbumes generalmente eran color rosa. Sin duda que los editores no generaron en la nenas la misma pasión que en los varones. A decir verdad, a las nenas, las figuritas se las compraban las mamás porque le gustaban a ellas, también a las tías y a las abuelas. Por eso cuando esa generación fue madre se encontró con la posibilidad de gastar como en su infancia. ¿Qué mujer no aprendió rápido esto? Es congénito al género femenino.
Todos aprendimos desde temprana edad la labor de juntar figurita a
figurita, tal como en el colegio nos hacían llenar la cuenta de la Caja
Nacional de Ahorro Postal (nos decían “el ahorro es la base de la fortuna”)
pero la estampilla era aburrida, la primera te la vendía la maestra y después
la tenías que ir a comprar al correo. No te daban ni pelota, ni muñeca y la
guita solo la podía sacar tu mamá o vos cuando cumplieras los dieciocho años.
Bueno
volviendo a las figuritas al final ese proceso de pegar, jugar o coleccionar
tenía algún premio y aquí aparece esa palabra que se me escapó hace unos
cuantos renglones y es la estupidez. No lo digo por los chicos, lo digo por los
adultos. Nadie nos avisó que en todos los álbumes de todos los tiempos, tanto
de nenas como de varones aparecía la famosa “figurita difícil”.
¿Quién no
invirtió fortunas o se sintió defraudado cuando después de tanto esfuerzo,
tanto ahorro, tanta dedicación, se quedaba sin completar el álbum?
¿Por qué los adultos no nos avisaron que había figuritas difíciles?
¿Cuántas actitudes de adultos hubiéramos cambiado si de chicos nos hubieran
advertido algunas cosas?
Estoy afirmando que la educación de la familia es más importante que la formación
escolar. Muchas actitudes que los padres enseñan se apropian para toda la vida.
Y ahora lo más duro: Si no queremos adultos estúpidos, prestemos atención en como se forman nuestros niños y si los mecanismos de "consumismo" nos ganan la apuesta, habremos perdido el futuro de aquel niño. Cualquiera que maneja las técnicas de la
comunicación sabe que adoctrinar es una enseñanza que se asienta con el tiempo
y que cuanto más joven es el destinatario, más endeble es su capacidad crítica.
Sin duda que todas las adicciones comienzan en la adolescencia y la niñez y los
poderosos lo tienen bien claro. Por ejemplo, nadie lograría hacer que un adulto de cuarenta años se vuelva adicto al cigarrillo pero sería muy fácil con un adolescente
o un niño.
Vuelvo a los psicólogos que cada vez tienen más trabajo curiosamente con
los niños y las niñas. ¿Qué le pasó a esa generación que alguna vez fue la
privilegiada? ¿No es agradable querer ser siempre niño al mejor estilo Peter
Pan?
¿Será por eso que los padres son los culpables de todos los traumas de
sus hijos?
¿Y si no hubiera padres los psicólogos a quien atenderían? ¿A quién le echarían la culpa de todo?
Uy, uy, uy cuantas preguntas sin respuestas. Pensar que todo comenzó con un niñito afectado por la adicción a coleccionar figuritas. Afectado en ese momento en particular y seguramente en el futuro, por su enseñanza constante y permanente al consumo, al juego, y a la moda. Mucho más que la escuela y la familia, la publicidad ejerce un poder superior en las personas. No solo que logra imponer sus productos, sino que además logra algo más importante que se llama masificación y eso es simplemente; borrar todo espíritu crítico en las personas.
El principio es simple: “Si todos son así, no seas vos el distinto”. Volviendo al tema: “Si todos compran figuritas, no seas un bicho raro, ¡comprá vos también!”. Los chicos son más débiles para cuestionar y sobre todo, si no son como los demás chicos se sienten mal. Tal es el poder de la publicidad que genera adición para el consumo. Y como los chicos buscan permanentemente la igualdad. Sin darse cuenta, por un lado se igualan con sus compañeritos y por otro lado se discriminan entre sí, simplemente por ser distintos naturalmente, pero es la realidad.
No todos son iguales, y la realidad forma parte de la evolución de los chicos. De ahí las consecuencias de los juegos virtuales. Solo serían útiles una vez que hubieran entendido lo real.
¿Y si no hubiera padres los psicólogos a quien atenderían? ¿A quién le echarían la culpa de todo?
Uy, uy, uy cuantas preguntas sin respuestas. Pensar que todo comenzó con un niñito afectado por la adicción a coleccionar figuritas. Afectado en ese momento en particular y seguramente en el futuro, por su enseñanza constante y permanente al consumo, al juego, y a la moda. Mucho más que la escuela y la familia, la publicidad ejerce un poder superior en las personas. No solo que logra imponer sus productos, sino que además logra algo más importante que se llama masificación y eso es simplemente; borrar todo espíritu crítico en las personas.
El principio es simple: “Si todos son así, no seas vos el distinto”. Volviendo al tema: “Si todos compran figuritas, no seas un bicho raro, ¡comprá vos también!”. Los chicos son más débiles para cuestionar y sobre todo, si no son como los demás chicos se sienten mal. Tal es el poder de la publicidad que genera adición para el consumo. Y como los chicos buscan permanentemente la igualdad. Sin darse cuenta, por un lado se igualan con sus compañeritos y por otro lado se discriminan entre sí, simplemente por ser distintos naturalmente, pero es la realidad.
No todos son iguales, y la realidad forma parte de la evolución de los chicos. De ahí las consecuencias de los juegos virtuales. Solo serían útiles una vez que hubieran entendido lo real.
Atención padres, regalar juegos virtuales no es una buena solución. Estar
conectado no es lo mismo que estar comunicado ¿Se entiende? Que paradoja. Uy,
uy, uy es hora que empecemos a aclarar el panorama. Porqué nada de esto sería
un problema si no tuvieran al participe necesario para lograr el
adoctrinamiento y ¿Quién es ese participe?
Los participes
necesarios son sin duda los padres. Vieron por que, para los discípulos de
Freud, es imperioso encontrar a los grandes responsables de la historia de la
humanidad. Los padres que se pueden clasificar en distintos grupos: Los que
están ausentes y promueven una generación de huérfanos con padres vivos; Los
sobre protectores que cuidan a sus hijos como un tesoro. Los que aíslan a sus hijos y no los dejan ni jugar a
las figuritas, entonces los encierran sin darse cuenta que el wifi los conecta
con otro mundo muy distinto e incontrolable. En fin hay muchos tipos y
características de padres, sobre todo para deleite de los psicólogos.
En el fondo viene el momento de reafirmar algo que la pluma se empeñó en
recorrer por los caminos de la asociación y la imaginación. Ningún chico es estúpido
por poseer un álbum de figuritas, a lo sumo es un ingenuo, o peor, un engañado.
Estúpido es el adulto que colaboró con el engaño y la posterior desilusión del
niño. Y si se lo piensa mejor más estúpido es permitir que una mente ingenua
sea capturada por el consumismo y el adoctrinamiento en la escuela diaria de la
adicción que llega como en un delivery a la propia casa de uno.
Por desgracia esto no termina acá.
Esto recién empieza…
Y pasaron los años… Y las actitudes nos acompañan toda la vida. Como
diría la frase “Genio y figura hasta la sepultura”. Y los chicos se convirtieron en padres y la
historia continua.
Sin embargo los tiempos cambiaron. Antes, cuando éramos chicos veíamos a
los de “nuestra” edad como “viejos”. Y la adolescencia era más corta. Uno
pasaba de la niñez a la madurez en un breve período. Solo alcanza con buscar un
“viejo” diccionario y dirá: “Adolescencia:
Etapa de la juventud entre los catorce y dieciocho años”. Hoy la
adolescencia se extendió en el tiempo y en algunos casos llega hasta los
cuarenta. Será este el síndrome de Peter
Pan. Los psicólogos siguen acumulando trabajo y con esto encuentran hijos más
adultos que los padres. Habrá que ver que dicen los diccionarios dentro de
cuarenta o cincuenta años. Ahora bien; ser adolescente para el que ya es mayor,
no es ningún piropo ya que la palabra proviene de adolecer y de adolecer
criterios, razonamientos, actitudes adultas, etc. Es decir vivimos en una
sociedad adolescente que en su mayoría adolece de responsabilidades y valores.
Sigo pensando en la publicidad, la manipulación, el adoctrinamiento y todas las teorías de comunicación que apuntan al convencimiento de las personas. Como dijimos antes, cuanto más adolescentes, somos más fáciles de manejar. Y todo comenzó con un simple paquete de figuritas, se acuerdan.
Sigo pensando en la publicidad, la manipulación, el adoctrinamiento y todas las teorías de comunicación que apuntan al convencimiento de las personas. Como dijimos antes, cuanto más adolescentes, somos más fáciles de manejar. Y todo comenzó con un simple paquete de figuritas, se acuerdan.
La pregunta será si habremos evolucionado en nuestro pensamiento décadas
después de haber comprado nuestro primer paquete de figuritas o si nuestra
ingenuidad con el tiempo se convirtió en estupidez.
Y el problema se plantea porqué si con padres sanos se logró masificar a
sus hijos, que pasará con los hijos de los masificados…
A esta altura del relato conviene aclarar que no estamos ante el "apocalipsis" y que un importante resguardo es tener un pensamiento crítico sobre todos los
mensajes que nos bombardean diariamente.
Reitero, la crítica nos va a hacer
pensar, y cuantas más dudas nos planteemos, más capacidad tendremos para ser
libres de pensamiento.
El tema es el siguiente: Si somos tan
sumisos ¿Cómo nos damos cuenta que nos están manipulando? Y la respuesta es muy
simple. No hay manera de darnos cuenta, y lo peor es que si alguien nos quiere
ayudar, tratando de abrirnos los ojos, lo más probable es que nos enfademos con
él. Acá ni los psicólogos te pueden ayudar.
Se imaginan si hubiera un
profesional que avivara estúpidos, que bueno que sería. En esto ni los
políticos se salvan. Recuerdo aquel General tan querido por el pueblo
argentino, que cuando lo recordamos escribimos General con mayúscula. Y ya en
sus tercera presidencia, ya de viejo, alguien intentó darle un cargo a un
compañero que de joven era algo más que un estúpido, podríamos decir “un estúpido
importante” y aprovechando la vejez del líder quisieron hacerle firmar de prepo
un decreto, pero el viejo caudillo en esos momentos de lucidez se acordó y rechazó
la propuesta con una frase simple “ese era un estúpido” a lo que el asesor le
dijo “eso fue hace años, ahora está mejor”. Con palabras sabías el viejo le
cerró el dialogo diciendo “mire mijo a lo largo de mi larga vida he visto a
muchos notables, capaces e inteligentes volverse estúpidos, pero sinceramente
nunca he visto un estúpido avivarse”.
La estupidez va de la mano del poder. Que mejor para un gobierno tener
un pueblo estúpido. Esta situación la tenía
perfectamente clara Joseph Goebbels que logró que un pueblo se fanatizara con
un líder demoníaco. El ministro de propaganda nazi fue sin duda el padre de la
manipulación y la masificación. No por ello es extraño que ingresar a los
Estados Unidos con bibliografía nazi implica la cárcel o la devolución al país
de origen, pero las técnicas de la publicidad expansionista norteamericana son copias exactas de las
enseñanzas de Goebbels. O sea que el alemán la tenía más que clara. Pero
Goebbels era un teórico, un hombre culto, un maestro. Él tenía varios títulos
universitarios e infinidad de investigadores posteriores lo citaron de distintas
formas. Porque en la investigación universitaria en ciencias sociales es un
infaltable en cientos de miles investigaciones y tesis. De modo tal que si se
desea investigar la estupidez allí hay suficiente material. Más romántico, por
no decir literario fue George Orwell que desde la ficción descolló con dos
obras interesantes como “Rebelión en la Granja” y “1984” , ambas terriblemente
aburridas, pero sobre todo la última de una actualidad casi a nuestra
época, donde su personaje “El Gran Hermano” nos observa en cada segundo de
nuestro día, toda nuestra vida. Obviamente como es de ficción no tuvo ni el uno
por ciento de citas en el mundo académico. Pero explicaría perfectamente bien
la estupidez de un mundo adolescente, manipulado, masificado y auto masificado.
Los adultos también juegan a las figuritas, sobre todo los adultos
actuales.
Una especie que nació a partir de la segunda mitad del siglo veinte que antropológicamente tiene muy poco que ver con los adultos en toda la historia del hombre. El adulto actual es un niño con algo más de experiencia. Tal vez una forma residual del fin de una época y comienzo de otra. Por primera vez en la historia de la humanidad la generación posterior (sus hijos y nietos) poseen tanta o más información que la generación anterior. En la historia nunca había pasado algo igual y sin duda es difícil vivir un tiempo de transición.
Una especie que nació a partir de la segunda mitad del siglo veinte que antropológicamente tiene muy poco que ver con los adultos en toda la historia del hombre. El adulto actual es un niño con algo más de experiencia. Tal vez una forma residual del fin de una época y comienzo de otra. Por primera vez en la historia de la humanidad la generación posterior (sus hijos y nietos) poseen tanta o más información que la generación anterior. En la historia nunca había pasado algo igual y sin duda es difícil vivir un tiempo de transición.
Tal vez coleccionar figuritas u otras cosas es una actitud humana irrefrenable. Cuando Tirso de
Molina en el Siglo XVII escribió “El burlador de Sevilla” jamás pensó que su obra dos siglos después despertaría el interés Wolfang Amadeus Mozart que le puso música, canto, actores y escenografía en la ópera “Don Giovanni”. La historia de un coleccionista de mujeres que las agrupaba por docenas y si se excedía entonces debía completar la siguiente docena y así llegó a sobrepasar las mil doscientas mujeres.
Primero fue la televisión, luego llegó el zapping y con él, las productoras de programas que lograron no solo más información sino también más
entretenimiento. Y por ende ocupar la mayor parte del tiempo libre de las
personas y sin dudas volverlos adictos a todas las formas mediáticas. La
gente no preguntaba ¿Qué canales hay? Sino ¿Cuántos canales hay? Como si
pudiera ver todos a la vez. Pero el tema es la colección, como si fuera un
álbum de figuritas. Tener mayor cantidad de canales es como ser el protagonista
de Don Giovanni. Si esa cantidad no alcanza, hay que salir a buscar otra
docena, en forma enfermiza, y después otra, y nunca vamos a estar conformes. Porque
no nos conforma el programa, nos conforma el poder de cambiar tanta veces de
canal.
Pero a este hombre actual le tocó vivir un momento doblemente milenario, como
si fuera otra era. Un hombre apasionado por los números y no por las letras.
Como si el comienzo del tercer milenio lo marcaría en forma particular. El hombre es un ser en permanente evolución y por que no involución.
Tal vez el hombre se va acomodando a su época con virtudes y defectos que él mismo creó. La computadora marcó en la historia del hombre un mojón de cambios. Cuanto más nos alejamos de ese momento más nos cuesta entender como era el mundo sin ese querido elemento. A ese hombre lo mal llamamos inmigrante tecnológico, para diferenciarlo del que nació después de ese invento, también mal llamado nativo tecnológico. El uso de la computadora con todas sus modificaciones: tablet, notebook, netbook, android, o simplemente la pantalla del celular, etc es tan solo el uso de una herramienta con características multimediales que posee la cualidad de almacenar todo tipo de información en diferentes formatos y permite el intercambio de archivos y funciona además como sistema de información y comunicación. Ocupa el tiempo libre de la gente y como todas las otras herramientas mencionadas también es adictiva.
Tal vez el hombre se va acomodando a su época con virtudes y defectos que él mismo creó. La computadora marcó en la historia del hombre un mojón de cambios. Cuanto más nos alejamos de ese momento más nos cuesta entender como era el mundo sin ese querido elemento. A ese hombre lo mal llamamos inmigrante tecnológico, para diferenciarlo del que nació después de ese invento, también mal llamado nativo tecnológico. El uso de la computadora con todas sus modificaciones: tablet, notebook, netbook, android, o simplemente la pantalla del celular, etc es tan solo el uso de una herramienta con características multimediales que posee la cualidad de almacenar todo tipo de información en diferentes formatos y permite el intercambio de archivos y funciona además como sistema de información y comunicación. Ocupa el tiempo libre de la gente y como todas las otras herramientas mencionadas también es adictiva.
En la Argentina proliferó en forma exponencial el Facebook mucho más que
en otros países y tal vez tenga una explicación en el ombliguismo criollo. Querer
ser el centro del mundo es un estadio personal de sus habitantes y la página de
Facebook es como si cada uno tuviera un multimedio propio para que otros
pudieran seguirlo y admirarlo. Pero esto no es tan grave. En la medida que otro
compartiera y devolviera información estaríamos ante un episodio habitual de
comunicación y también de amistad propia de los "argentinos". La amistad a la que se
rinde culto en la Argentina es un compartir solidario y netamente humano donde
el encuentro es la virtud para el asado o el mate.
Una actitud muy común de los usuarios (no todos) del Facebook Nacional y
Popular es el ser seguidores de alguien (páginas anónimas o con nombres apócrifos). Ser seguidor implica la acción de
bajar, cortar, y pegar en forma automatizada cualquier acción que el admirado
incorpore a su página. Esta acción se realiza sin pensar, ni chequear la información y los seguidores no
escriben ni un monosílabo, simplemente copian y pegan en forma ciega y acrítica. A
veces reproduciendo barbaridades de origen (Fake News) y por supuesto incuestionables ante
otro internauta que eventualmente cuestiona. En estos casos no hay
comunicación, por que comunicación es intercambio y esta gente no busca ni debate, ni dialogo, ni si quiera busca llegar a la verdad. Simplemente se conforma con alegrar su espíritu. Emocionalmente se comporta como un fanático cuando su equipo convierte un gol. Sobre esto saben mucho los "trolls" que alimentan el ego de sus adoctrinados.
El proceso es netamente
informativo y no acepta sugerencias (no hay intercambio). Es más, difícilmente el adoctrinado
escriba sobre otros temas (es autómata y mono temático). A veces los mensajes compartidos son tan
irracionales que el obediente internauta no llega a evaluarlos pero defenderá
con uñas y dientes aún sin comprender. La obsecuencia es así.
Ese mismo
individuo en otro momento, tal vez dentro de algunos años, pueda reconocer su
sumisión, o tal vez nunca. Los adoctrinadores buscan la
eternidad de un modelo que inició Goebbels y se continúa por los tiempos de los
tiempos. Ese adicto tecnológico incapaz de pensar y feliz de poseer el contacto
de sus ídolos busca su aprobación y cuantos más "like" tiene se siente más
comprometido al modelo. Y sin duda que la intolerancia le hará rechazar a quien no piense igual.
Cree que el Facebook es un álbum de figuritas donde el valor es el "meme" reproducido y no el intercambio o el dialogo con otros.
Así como
los chicos, el adulto coleccionará seguidores y memes en las redes sociales, creyendo que es una forma de llenar “el álbum”. Lo peor
es que no hay ni pelota, ni muñeca, en realidad no hay premio. Nadie sabe cual
es la figurita difícil. Pero la seguirá buscando.
Cuando otro adulto pretenda ayudarlo, no reconocerá la ayuda y se
retobará, será un seguidor pasivo o se
borrará de la lista de contactos. Como si limitarse a hacer un comentario le
podría crear la expulsión. A veces alguien logra llamarle la atención y durante
fracciones de segundo empezará a entender, pero es capaz de tirar por la borda
años de amistad simplemente por que otro no piensa igual. La falta de actitud
crítica la reemplaza por la obediencia ciega y cuestionará en forma irracional
solo aquello que algún admirado haya cuestionado antes, carecerá de pensamientos
propios y sus respuestas serán repetitivas a las de sus líderes.
Creo que ya
habrán descubierto a quien le pertenece el álbum de la estupidez. Lástima no
haberlo sabido antes cuando éramos chicos, generar el espíritu crítico, para
que cuando fuéramos mayores pudiéramos tener más herramientas para defendernos
y no caer en adoctrinamientos terribles. Por las dudas y para evitar confundir:
No es estúpido el que simpatiza, cree o vota a un partido político, religión o
institución. Estúpido es aquel que se ciega y se cierra al dialogo y no es
capaz de dejar de ser un seguidor fanatizado pasivo e incuestionado.
Entonces, como los adultos que facilitaban la plata a los niños para comprar figuritas o como los propios chicos cuando se dieron cuenta que en el álbum existen figuritas difíciles, en vez de abandonar, siguen comprando (¿vaya a saber por qué?) y luego repetirán el mismo error por generaciones. Simplemente por esto es un cuento nacional y popular.
El Facebook es hoy aquel álbum de figuritas que cuando niños nos contuvo
y nos dio sociabilidad con nuestros compañeros. Nos alegramos, lloramos, nos
entristece, nos desilusiona, nos confronta, nos amiga o nos hace pelear con los
otros. En esta adolescencia eterna tendríamos que aprender que debemos madurar
y jugar con otras técnicas. Todavía hay adultos que confunden “estar conectado
con estar comunicado” y que así como los chicos existían si tenían álbum de
figuritas muchos adultos creen que existen solo si tienen Facebook.
Que infeliz será el día que festejemos nuestro cumpleaños solos y en
nuestras pantallas de celular, msn, skype, Facebook, Instagram, Twitter, whatsapp haya miles de deseos de
felicidad.
Pablo Demkow
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